domingo, 27 de octubre de 2013

EN EL MES DE FEBRERO (X)

Cuando llegue a la estación me la encontré con una mochila verde pistacho a la espalda, el móvil en las manos y la camiseta que le di el primer dia puesta. Me quede embobado mirándola. ¡Joder, pero que guapa es! Sus ojos color verde resaltaban con el rosa de la camiseta, las facciones de su cara eran perfectas, podría ser modelo si ella lo quisiera. Levantó el rostro. Quise saber lo que miraba, y vi a Sergio y a Sara con unas bolsas de viaje. Abrazaron a Lucia. Me fui acercando.
- ...estará al caer- dijo Lucia.
Sergio me miró y señaló mi dirección.
- No pensé que fueras a venir-dijo mientras me saludaba. 
"Ni yo", pensé. Sara se acercó y me saludó. Lucia se me acercó también, me abrazó y me susurró al oido:
- Te esperaba impaciente. Gracias por venir.
- Venga, vamos. Que perdemos el tren- dijo Lucia separándose de mi. 
- Oye, ¿alguien me puede explicar que pasa?- dije malhumorado.
- A mi no me mires,- dijo Sergio- yo sé lo mismo que tú. Aquí todo ha sido idea de Lucía.
- Si,ha sido idea mía. Y ya que estamos aquí no vamos a desaprovechar la ocasión de no irnos de viaje todos juntos, así que vamos, que perdemos el tren- contestó Lucia frente a la mirada de todo el mundo y empezando a andar.
Todos seguimos a Lucia. Aunque por fuera pareciera que estaba cabreado, por dentro no podía dejar de reírme. Sergio me miró, se acercó y me dio un golpe en el hombre. Después, volvió a posar su brazo sobre los hombros de Sara y siguieron a lo suyo,como si esto fuera de lo más normal del mundo. Me adelanté hasta alcanzar a Lucía. Caminamos uno al lado del otro en silencio, hasta llegar a la puerta de embarque donde nos pidieron los billetes. Lucía los sacó y se los dio a la azafata. Pasamos y fuimos andando por la estación. Pensé que iríamos en turista pero me extrañé mucho tras pasar todos los vagones de turista y llegar a los de primera clase. ¿Cómo narices Lucía había conseguido el dinero para pagarnos un billete de tren de primera clase? Subimos al vagón. Todo era tan espacioso y tan cómodo. Yo estaba acostumbrado a este lujo, puesto que mis padres de acogida tenían bastante dinero y eran unos grandes empresarios internacionales, pero a Sergio y a Sara se les veía en la cara que esta era su primera vez con tanto lujo. Se sentaron ellos en los asientos de la derecha y Lucia y yo en los de la izquierda. Lucía me preguntó si me importaba mucho que ella se sentara al lado de la ventana. La dejé pasar en forma de respuesta.
Al principio, no quería hablarla. Estaba enfadado, no me había dicho nada de nada y había mil y un preguntas rondando en mi cabeza que necesitaban de una respuesta. Lucía se dio cuenta de esto y no dejaba de rogarme que la diera una oportunidad para explicarse, que si después de explicarse no me convencía su respuesta podría bajarme ne la siguiente estación y volver a casa.
- A ver... Explícate...- le dije cediendo a sus suplicas.
- Pues, a ver, me preocupó mucho el que no hablaras con nadie, ni quedaras con nadie- la miré como negando lo que acababa de decir-. Si, ya sé que hablabas con Sergio en la universidad, y con tu tutor en las practicas, pero no eran más que conversaciones simples, sin gracia y sin que produjeran un cambio en ti.
No pude evitar darle la razón. 
- Al principio, creí que dejándote las notas por la mañana al lado del café conseguiría "revivirte", aunque fuera un proceso largo y costoso. Cuando pasaron los tres meses y vi que no cambiaba nada planeé todo esto. Después del viaje comprobaré si has cambiado o no, y si no lo has hecho te prometo que desistiré y dejaré que te hundas en tu depresión o que hagas lo que quieras, por que no se que más podría hacer para que cambiaras- terminó Lucia diciendo esto último en tono sarcástico.
- Vale, eso lo entiendo, pero, ¿de dónde has sacado el dinero para pagar este viaje? 
-Trabajando- dijo apartándome la mirada.
- Si, ¡¿en qué, eh?! Porque trabajando en trabajos de un par de meses no se consigue tanto dinero como para pagar cuatro billetes de primera clase. Además, ¿a dónde vamos?
- Lo primero, si no te gusta mi respuesta, imagínate la tuya propia, y lo segundo es todo un misterio hasta que lleguemos o descubrelo por tu cuenta, pero le quitarías toda la gracia a esto. 
La miré dando a entender que no estaba contento con su respuesta, y ella me respondió con una sonrisa burlona y un beso en la mejilla.
- No pienses tanto y disfruta- dijo mientras se recostaba en mi hombro y cerraba los ojos. 







jueves, 24 de octubre de 2013

EN EL MES DE FEBRERO (IX)

Y con este rutina paso el tiempo de enero a junio sin que en mi se diese un cambio. Terminé mi tercer año de la universidad, empecé mis practicas como ayudante de uno de los pintores europeos más destacados y pinté dos o tres cuadros que fueron al almacén nada más enseñárselos a mi tutor. Llego el verano y yo sin planes, ni de vida ni tampoco para el dia siguiente. Pensé que iba a estar así otro año, como aquel, pero Lucia marcó la diferencia con sus notas.
Nunca pensé que alguien pudiera ser tan atento con otra persona que conocía de pocos meses. A veces, por mi cabeza pasaba la idea de que Lucía estaba hay solamente por que no tenía a donde ir, o porque aquí tenia comida gratis y nadie le ponía normas. Pero aquel día, con aquella nota, mis dudas desparecieron.
Bajé a desayunar a la misma hora que todos los días, con el mismo humor que todos los días y con las mismas ganas de volverme a la cama que todos los días. En la encimera de la cocina, al lado de microondas, estaba mi taza con la nota que me dejaba cada mañana Lucía. Sonreí. Esperaba mi típico: "Buenos días, sonríe.". Empecé a leer la nota y mi cara cambió el gesto. No era lo típico. La nota decía:


"Prepara la maleta, nos vamos de viaje.
No puedes quedarte en casa ya que la 
van a pintar entera (si no me crees llama
al número que tienes en el post-it de la nevera.
Te espero el viernes en la estación de tren a 
las 10 de la mañana.
No faltes.

P.D.: Buenos días, sonríe."

En ese momento lo único que hice fue cabrearme. Lucía no me había preguntado nada, aunque si lo hubiera hecho tampoco habría servido de mucho, y quién era ella para pintar mi casa sin mi consentimiento. Después de tomarme mi café de la mañana de mala leche, lo pensé bien, y decidí que, como me tenía que ir de mi propia casa, pues que haría lo que otros habían pensado por mí quitándome aquel problema. 
Quise preparar la maleta pero no sabía ni a donde íbamos, ni cuantos días, ni cómo iba a ser el viaje. Esperé a que Lucía volviera ese día, pero no volvió. Me fui a dormir pensando que si me despertaba ante la encontraría, pero lo que no esperaba es que ya no estuviera en esa casa. Al día siguiente no la encontré en ninguna parte de la casa, al siguiente tampoco  y al tercer día decidí que haría la maleta para comprobar que la nota no era mentira.
El viernes estaba todo listo y preparado para el viaje. A las 8 y media llamaron al timbre. Yo respondí sorprendido. Eran los pintores que venían a pintar la casa. Sonreí para mí. Les abrí la puerta, hablé con el jefe de equipo, le dejé las llaves de la casa y salí por la puerta con dirección a la estación de tren. 




domingo, 20 de octubre de 2013

EN EL MES DE FEBRERO (VIII)

Hice una pausa y continué.
- Alicia y yo nos enamoramos y cuando nuestros padres se enteraron fue el año que empecé la universidad. Me mandaron a la otra punta del mundo para evitar que se "estrecharan lazos" según ellos. Alicia siempre había sido una chica solitaria, o al menos era lo que yo pensaba, y pensaba que esta era la causa de que no tuviera amistades en el colegio. Al parecer, sufria de acoso en el colegio. Hasta tal punto que sus compañeras la invitaron a una fiesta para que fuera acosada por unos chicos. Prefirió no contarle nada a sus padres para no preocuparles, pero, estos al prohibirla venir a verme, cayó en tal depresión que se volvió completamente loca. me enteré de que mis "padres" se iban de viaje de negocios y decidí ir a verla. Yo no sabía nada de lo que estaba pasando. Cuando llegué a la casa, grité emocionado su nombre pero nadie contestó. Pensé que a lo mejor estaba en su cuarto estudiando con los cascos a todo volumen como solía hacer, pero cuando entré en su cuarto ella.. ella...
No pude seguir hablando. Contuve las lagrimas. La casa ya estaba cerca.
Lucia y yo no cruzamos palabra lo que quedó de noche. Le conté sobre Alicia con la intención de hacerla sonreír y al final fui yo el que necesitaba que le sacaran una sonrisa. Esa noche soñé con Alicia, me acuerdo de ese sueño tanto como si fuese real, y el caso es que lo fue. 
Durante varias semanas no tuve una conversación con nadie de no más de 10 minutos. Sergio me llamaba todas las tardes con la intención de animarme, me invitaba a salir, me proponia planes y me contaba chistes tan malos, que cualquiera se hubiera reido simplemente por lo malos que eran, pero mi respuesta siempre era una sonrisa forzada y un no con a cabeza. Tras el primer mes, comprendió que la cosa no iba a variar mucho y creyó necesario dejarme espacio suficiente para pensar, pero sin olvidar que estar solo nunca es bueno para nadie. 
Lucia, a diferencia de Sergio, no intentó animarme, directamente me dejo mi espacio. No la veía nunca, no sabía nada de ella, llegó un momento en el que creí que no sería capaz de reconocer su tono de pelo. Oía el agua correr, alguna puerta cerrarse, el sonido de  las escaleras cuando alguien subía o bajaba, estas cosas del día a día eran las que me hacían saber que ella seguía allí, y si no era ella tampoco me importaba, en esos momentos necesitaba la compañía de alguien silencioso, tan silencioso que ni siquiera me hablase.
A veces me despertaba por las mañanas preguntándome sis ese día disfrutara de tan gustosa compañía, mis dudas desparecían cuando bajaba a desayunar. En la encimera de la cocina encontraba al lado de una taza de café lista para calentar en el microondas una nota diciéndome un buenos días y suplicando por una sonrisa. Yo cumplía su deseo, aunque yo no me diese cuenta.