- No- dijo ella-, no quiero molestar.
- No molestas. Quédate aquí, en mi casa. Tendrás ropa, comida, una habitación para ti sola...
- No, de verdad.
-Insisto.
Se quedó callada unos segundos y poco después contesto:
- Gracias.
Le indiqué su habitación, y me fui al baño para prepararme para ir a la universidad.
Estando en la ducha, no deje de pensar en los ojos de esa niña que me había encontrado esta mañana, con un nombre que en castellano sonaba precioso. LUCIA. Esos ojos verdes que ella tenia era lo único que no la hacia parecerse a Alicia. No, no podía hacerlo. No puedo enamorarme de ella.
Puse el agua fría, y deje que me cayera sobre la cara. Terminé de ducharme. Me puse unos vaqueros y la sudadera roja. Fui al cuarto de Lucy. Abrí la puerta suavemente. Estaba dormida. Le escribí una nota. Le decía que estaría en la Universidad y que volvería sobre las dos, para comer con ella.
Salí por la puerta. Seguía lloviendo. Corrí hasta llegar al coche. Entré, y puse la radio. Arranqué el coche. Escuchaba la radio sin prestarle atención. Pensaba en Alicia. En aquellos ojos verdes. Y en que no querría volver a verlos llorar. No dejaba de preguntarme por que había llorado. Decidí dejar de pensar en eso. Empecé a escuchar la música con más detenimiento.
Al cabo de un rato, empezó a sonar una canción. La canción que no habia vuelto a escuchar hasta ese momento. Frené en seco. Empecé a llorar. No podía ser que en ese día todo me recordara a Alicia. El resto de coches empezaron a pitar. Continué hasta llegar a la Universidad
miércoles, 26 de octubre de 2011
jueves, 20 de octubre de 2011
NO SOLO UN SUEÑO (II)
Era mi madre. Salí de la habitación. Bajé las escaleras lo más rápido que pude, intente no tropezarme. Salí de esa casa tan horrible. Abrí la puerta de mi casa. Llamé a mis padres. Llegué al salón. Los vi en el suelo. Empecé a llorar. No estaba mi hermana. Pensé que tal vez habría esperanza y estaría viva. Me dirigí a la cocina. No deje de llamarla. Me percaté de que por el suelo había pisadas de sangre. Las seguí. Al principio la sangre era muy poquita, pero me dí cuenta que estaba llegando al final de las pisabas por que la sangre cada vez estaba en mayor cantidad. Levanté la mirada. y la vi. Estaba allí. Mi hermana. Con las ropas rasgadas, sabia que había luchado por su vida. Grité, no me lo quería creer. Mi hermana. Solo tenía ocho años. NOOOOOOO....
Me desperté gritando. Mire a mi alrededor. Corrí hacia la habitación de mi hermana. Abrí la puerta de golpe. "¡RUTH!", grité. Ella, soñolienta, me respondió con un que pasa. Le dije que nada pero que si no le importaba esa noche durmiera con ella. Después de dos horas en la cama de mi hermana, y un poco más tranquila. Me fui a dormir a mi habitación. Miré el reloj. Las dos de la mañana. Me metí en la cama. Y cuando ya tenia en la cabeza que nada malo podría ocurrirme ya hoy, y que todo lo que había pasado no había sido más que un sueño. Me sonó el móvil. Un mensaje: " No todo el mundo tiene una segunda oportunidad. Y recuerda, no vuelvas a acercarte a mi casa". Desde ese momento, empecé a disfrutar el doble de la vida y, aprendí a no curiosear ya que eso podría llevarme a tener problemas muy serios.
miércoles, 19 de octubre de 2011
NO SOLO UN SUEÑO
Pensaba que iba a pasarme todo el verano sin que me pasara nada interesante. Mi desesperación se fue en cuanto miré por la ventana, y vi que en la casa de enfrente se veía una luz, en una de las ventanas. Esa casa lleva abandona desde que yo tengo memoria, y no me habia enterado de que hubieran llegado nuevos vecinos. Y fijate que eso es raro porque mi madre, con lo cotilla que es, se entera de todo y nos lo cuenta, porque eso del chismorreo también le encanta. Cada vez que lo pensaba mi curiosidad crecia. No paraba de preguntarme: "¿Quiénes seran los nuevos?¿Y cómo seran?¿Serán simpaticos?¿O unos bordes, como los Pimpernel?..." Y asi sucesivamente, hasta que decidí que tendría que investigar. Aunque esa noche no podía porque estaba castigada.
Por la noche, ya tumbada en la cama, no dejaba de pensar en la casa. Así que decidí que ne escaparía. Tracé un plan ( si un "super plan" ), coloque unos cojines debajo de las sabanas, como hacen en las pelis, para que pareciera yo y me escapé por la ventana sin que mis padres se enterara. Crucé la calle a toda prisa para que ningún vecino me viera, aunque ya estaba muy oscuro. Llegué a la puerta de la casa, sentí como el corazón se me salía del pecho. Llamé a la puerta dos veces. La primera, nadie contesto. La segunda, llamé un poco más fuerte y, sin quererlo, abrí aquella puerta chirriante y mohosa. Entré despacio. El vestíbulo era enorme. Me dirigí a las escaleras. Na más dar dos pasos, oí como la puerta se cerraba de golpe. En ese momento, me dieron ganas de darme la vuelta y marcharme. Deseé no haber visto nunca la luz. Tenia miedo, mucho miedo. Pero tenia que seguir, necesitaba saber que era aquella luz.
Empecé a subir las escaleras. Las escaleras chirriaban. Seguí subiendo decidida, aunque tenia miedo. Los pelos de la nuca se me pusieron de punta. Temblé. Sentí que alguien me vigilaba. Me giré bruscamente. No vi nada ni a nadie. Seguí subiendo hasta llegar a la planta de arriba.
A mi derecha, había un pasillo. Al final del mismo había una habitación, desde la cual, por debajo de la puerta, se veía una luz. Caminé hacia ella. Empecé a oir una voz. Agudicé el oído. ¡Decía mi nombre! Era un voz masculina. Pero no era como la de mi padre o mi abuelo, sino que era como la de los artistas de la tele, esos que son tan guapos. Embobada, me guié por aquella voz. Llegué a la puerta, de la cual salia, por su resquicio, un rayito de luz. Me acerqué más a ella. La voz cesó. De la puerta, salieron unas manos de un color blanquecino, casi transparente. Quise tocarlas. Me acerqué más a la puerta, luego descubrí que no debería haberlo hecho. Las miré durante un buen rato. De repente, las manos me cogieron con fuerza y me llevaron hasta la habitación. La habitación estaba vacía. Ni un mueble, ni un cuadro, ni siquiera había lamparas, a excepción de la del techo. En la habitación, solo se hallaba una silla en el medio Se apagó la luz de golpe. La voz comenzó a hablar. Pero su tono de voz no era el mismo, me dio la sensación de que lo que iba a decir no era nada bueno. La voz decía: "En lugar de estar aquí cotilleando, deberías cuidar de tu familia, ¿no crees?" Al principio, pensé que era broma. Pero cambié de opinión en cuanto oí un grito.
Por la noche, ya tumbada en la cama, no dejaba de pensar en la casa. Así que decidí que ne escaparía. Tracé un plan ( si un "super plan" ), coloque unos cojines debajo de las sabanas, como hacen en las pelis, para que pareciera yo y me escapé por la ventana sin que mis padres se enterara. Crucé la calle a toda prisa para que ningún vecino me viera, aunque ya estaba muy oscuro. Llegué a la puerta de la casa, sentí como el corazón se me salía del pecho. Llamé a la puerta dos veces. La primera, nadie contesto. La segunda, llamé un poco más fuerte y, sin quererlo, abrí aquella puerta chirriante y mohosa. Entré despacio. El vestíbulo era enorme. Me dirigí a las escaleras. Na más dar dos pasos, oí como la puerta se cerraba de golpe. En ese momento, me dieron ganas de darme la vuelta y marcharme. Deseé no haber visto nunca la luz. Tenia miedo, mucho miedo. Pero tenia que seguir, necesitaba saber que era aquella luz.
Empecé a subir las escaleras. Las escaleras chirriaban. Seguí subiendo decidida, aunque tenia miedo. Los pelos de la nuca se me pusieron de punta. Temblé. Sentí que alguien me vigilaba. Me giré bruscamente. No vi nada ni a nadie. Seguí subiendo hasta llegar a la planta de arriba.
A mi derecha, había un pasillo. Al final del mismo había una habitación, desde la cual, por debajo de la puerta, se veía una luz. Caminé hacia ella. Empecé a oir una voz. Agudicé el oído. ¡Decía mi nombre! Era un voz masculina. Pero no era como la de mi padre o mi abuelo, sino que era como la de los artistas de la tele, esos que son tan guapos. Embobada, me guié por aquella voz. Llegué a la puerta, de la cual salia, por su resquicio, un rayito de luz. Me acerqué más a ella. La voz cesó. De la puerta, salieron unas manos de un color blanquecino, casi transparente. Quise tocarlas. Me acerqué más a la puerta, luego descubrí que no debería haberlo hecho. Las miré durante un buen rato. De repente, las manos me cogieron con fuerza y me llevaron hasta la habitación. La habitación estaba vacía. Ni un mueble, ni un cuadro, ni siquiera había lamparas, a excepción de la del techo. En la habitación, solo se hallaba una silla en el medio Se apagó la luz de golpe. La voz comenzó a hablar. Pero su tono de voz no era el mismo, me dio la sensación de que lo que iba a decir no era nada bueno. La voz decía: "En lugar de estar aquí cotilleando, deberías cuidar de tu familia, ¿no crees?" Al principio, pensé que era broma. Pero cambié de opinión en cuanto oí un grito.
lunes, 17 de octubre de 2011
EN EL MES DE FEBRERO (II)
Me miró con curiosidad, como si quisiera saber más. Pensé que, tal vez, quería que la contestase a la pregunta que me había hecho anteriormente y que no conteste. No quería llorar delante suya, los tíos no lloran, ¿no es así? Le ofrecí el chocolate caliente. Lo cogió con las dos manos. Lo agarro con fuerza. Seguramente así se calentó las manos. Hubo un gran silencio. De repente, rompió a llorar. ¿Qué le ocurría? Me acerqué a ella y le pregunté:
- ¿Te pasa algo? ¿He hecho algo que te haya ofendido o que te haya sentado mal?
- Al contrario- decía entre lagrimas-, me has acogido en tu casa sin ninguna razón en lugar de echarme como habría hecho mi padre. Y luego...
Le tembló la voz. No dijo nada más. La miré asombrado.
- No hace falta que me lo cuentes si no quieres.
Me abrazó. Deje que el abrazo continuara y que llorara en mi hombro. Empecé a sentir aquella sensación. No podía ser, no. No podía volver a enamorarme. Y menos de una niña de 17 años. La separe de mi con fuerza.
- Lo siento- se disculpaba-, perdón. No quería incomodarle.
Hubo un gran silencio. Volvió a hablar.
- Gracias por el chocolate y la ropa. Ya...
- No te vayas- no la deje acabar la frase-, quédate aquí. Si quieres...
- ¿Te pasa algo? ¿He hecho algo que te haya ofendido o que te haya sentado mal?
- Al contrario- decía entre lagrimas-, me has acogido en tu casa sin ninguna razón en lugar de echarme como habría hecho mi padre. Y luego...
Le tembló la voz. No dijo nada más. La miré asombrado.
- No hace falta que me lo cuentes si no quieres.
Me abrazó. Deje que el abrazo continuara y que llorara en mi hombro. Empecé a sentir aquella sensación. No podía ser, no. No podía volver a enamorarme. Y menos de una niña de 17 años. La separe de mi con fuerza.
- Lo siento- se disculpaba-, perdón. No quería incomodarle.
Hubo un gran silencio. Volvió a hablar.
- Gracias por el chocolate y la ropa. Ya...
- No te vayas- no la deje acabar la frase-, quédate aquí. Si quieres...
lunes, 10 de octubre de 2011
EN EL MES DE FEBRERO...
Me desperté con el sonido de la lluvia. Apareció aquel sentimiento de culpa que se repetía desde hacia un año. Mi mente la ocupaba su imagen. Mire el calendario. 28 de Enero. Me acorde de lo que ocurrió ese mismo día pero otro año. No quería recordarlo. Era el único momento que pase con ella que no quería recordar...
Me levante de la cama. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Mientras pasaba por el hall, me percaté de que en la esquina, al lado de la estufa, había una niña. Una niña de unos 16 años. Era delgada y no muy alta. Tenía una larga melena rubia, y unos grandes ojos verdes. Parecían de vidrio, como el de las botellas de Coca-Cola. Sus labios, de un color morado por el frío, destacaban en su pálida piel. Sus ropas estaban mojadas.
Me levante de la cama. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Mientras pasaba por el hall, me percaté de que en la esquina, al lado de la estufa, había una niña. Una niña de unos 16 años. Era delgada y no muy alta. Tenía una larga melena rubia, y unos grandes ojos verdes. Parecían de vidrio, como el de las botellas de Coca-Cola. Sus labios, de un color morado por el frío, destacaban en su pálida piel. Sus ropas estaban mojadas.
No se dió cuenta de que la estaba mirando hasta que le pregunte su nombre. Ella empezó a murmurar:
- Perdón, lo siento,... No quería colarme en su casa, pero...
Le puse el dedo delante de la boca para que callara.
- No hace falta que me pongas excusas- le dije-. ¿Te apetece un chocolate caliente?
- Perdón, lo siento,... No quería colarme en su casa, pero...
Le puse el dedo delante de la boca para que callara.
- No hace falta que me pongas excusas- le dije-. ¿Te apetece un chocolate caliente?
Asintió con la cabeza. Me acerque a ella para ayudarla a levantarse. Cuando la toque, pensé que lo mejor sería que se fuera a cambiar de ropa. Antes de que yo pudiera decir nada, ella dijo:
- Perdone, pero si no le molesta me gustaría poder ir al baño a cambiarme de ropa. Usted… no tendrá algo de ropa para chica, ¿verdad?
Asentí. Le indique donde podría encontrar algo de ropa. Sin quererlo, una lagrima rodo por mi mejilla. La niña, preocupada, me pregunto si me ocurria algo.
Le dije que no se preocupara, que se fuera a cambiar que luego se lo contaría.
Me puse a preparar el chocolate caliente. Pensé en Alicia. Hacía tiempo que no lo hacía, la niña me recordaba a ella. Su voz me saco de mi mundo. Decía:
- Hola, me llamo Lucy- dijo con una sonrisa de felicidad en la cara-. Tengo 16 años, pero el 3 de febrero cumplo 17. ¿Y tu? ¿Cómo te llamas?
Sonreí. Llevaba la camiseta favorita de Alicia de color rosa, su color favorito, con letras en negro. Se la regale yo el año pasado por su cumpleaños. Intente que no se notara la angustia en mi voz y empecé a hablar:
- Mi nombre es Josh, y tengo 20 años.
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