miércoles, 19 de octubre de 2011

NO SOLO UN SUEÑO

Pensaba que iba a pasarme todo el verano sin que me pasara nada interesante. Mi desesperación se fue en cuanto miré por la ventana, y vi que en la casa de enfrente se veía una luz, en una de las ventanas. Esa casa lleva abandona desde que yo tengo memoria, y no me habia enterado de que hubieran llegado nuevos vecinos. Y fijate que eso es raro porque mi madre, con lo cotilla que es, se entera de todo y nos lo cuenta, porque eso del chismorreo también le encanta. Cada vez que lo pensaba mi curiosidad crecia. No paraba de preguntarme: "¿Quiénes seran los nuevos?¿Y cómo seran?¿Serán simpaticos?¿O unos bordes, como los Pimpernel?..." Y asi sucesivamente, hasta que decidí que tendría que investigar. Aunque esa noche no podía porque estaba castigada.
Por la noche, ya tumbada en la cama, no dejaba de pensar en la casa. Así que decidí que ne escaparía. Tracé un plan ( si un "super plan" ), coloque unos cojines debajo de las sabanas, como hacen en las pelis, para que pareciera yo y me escapé por la ventana sin que mis padres se enterara. Crucé la calle a toda prisa para que ningún vecino me viera, aunque ya estaba muy oscuro. Llegué a la puerta de la casa, sentí como el corazón se me salía del pecho. Llamé a la puerta dos veces. La primera, nadie contesto. La segunda, llamé un poco más fuerte y, sin quererlo, abrí aquella puerta chirriante y mohosa. Entré despacio. El vestíbulo era enorme. Me dirigí a las escaleras. Na más dar dos pasos, oí como la puerta se cerraba de golpe. En ese momento, me dieron ganas de darme la vuelta y marcharme. Deseé no haber visto nunca la luz. Tenia miedo, mucho miedo. Pero tenia que seguir, necesitaba saber que era aquella luz.
Empecé a subir las escaleras. Las escaleras chirriaban. Seguí subiendo decidida, aunque tenia miedo. Los pelos de la nuca se me pusieron de punta. Temblé. Sentí que alguien me vigilaba. Me giré bruscamente. No vi nada ni a nadie. Seguí subiendo hasta llegar a la planta de arriba.
A mi derecha, había un pasillo. Al final del mismo había una habitación, desde la cual, por debajo de la puerta, se veía una luz. Caminé hacia ella. Empecé a oir una voz. Agudicé el oído. ¡Decía mi nombre! Era un voz masculina. Pero no era como la de mi padre o mi abuelo, sino que era como la de los artistas de la tele, esos que son tan guapos. Embobada, me guié por aquella voz. Llegué a la puerta, de la cual salia, por su resquicio, un rayito de luz. Me acerqué más a ella. La voz cesó. De la puerta, salieron unas manos de un color blanquecino, casi transparente. Quise tocarlas. Me acerqué más a la puerta, luego descubrí que no debería haberlo hecho. Las miré durante un buen rato. De repente, las manos me cogieron con fuerza y me llevaron hasta la habitación. La habitación estaba vacía. Ni un mueble, ni un cuadro, ni siquiera había lamparas, a excepción de la del techo. En la habitación, solo se hallaba una silla en el medio Se apagó la luz de golpe. La voz comenzó a hablar. Pero su tono de voz no era el mismo, me dio la sensación de que lo que iba a decir no era nada bueno. La voz decía: "En lugar de estar aquí cotilleando, deberías cuidar de tu familia, ¿no crees?" Al principio, pensé que era broma. Pero cambié de opinión en cuanto oí un grito.

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