lunes, 17 de octubre de 2011

EN EL MES DE FEBRERO (II)

Me miró con curiosidad, como si quisiera saber más. Pensé que, tal vez, quería que la contestase a la pregunta que me había hecho anteriormente y que no conteste. No quería llorar delante suya, los tíos no lloran, ¿no es así? Le ofrecí el chocolate caliente. Lo cogió con las dos manos. Lo agarro con fuerza. Seguramente así se calentó las manos. Hubo un gran silencio. De repente, rompió a llorar. ¿Qué le ocurría? Me acerqué a ella y le pregunté:
- ¿Te pasa algo? ¿He hecho algo que te haya ofendido o que te haya sentado mal?
- Al contrario- decía entre lagrimas-, me has acogido en tu casa sin ninguna razón en lugar de echarme como habría hecho mi padre. Y luego...
Le tembló la voz. No dijo nada más. La miré asombrado.
- No hace falta que me lo cuentes si no quieres.
Me abrazó. Deje que el abrazo continuara y que llorara en mi hombro. Empecé a sentir aquella sensación. No podía ser, no. No podía volver a enamorarme. Y menos de una niña de 17 años. La separe de mi con fuerza.
- Lo siento- se disculpaba-, perdón. No quería incomodarle.
Hubo un gran silencio. Volvió a hablar.
- Gracias por el chocolate y la ropa. Ya...
- No te vayas- no la deje acabar la frase-, quédate aquí. Si quieres...

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